martes, 23 de septiembre de 2014

Cinematique

Cinematique Review
45 minutos son suficientes para un viaje musical? A priori, si analizamos experiencias pasadas tenemos dos lados de la biblioteca que se enfrentan: Desde Gilmour en Dark Side of the Moon o Everything Must Pass de George Harrison podríamos decir que no, que hace falta más, pero desde Random Access Memories de Daft Punk o Barking de Underworld podriamos determinar que se puede contar una historia o narrar un viaje musical en poco menos que una hora. Las elecciones de las comparaciones no son casuales ni arbitrarias. En este disco cohabitan esos mundos discimiles y dispares pero no en conflicto, sino en una precisa armonía. En este primer disco solista con material propio de Alex, se puede notar el crecimiento como autor y generador de climas que ya había esbozado en producciones anteriores. La madurez compositiva, los arreglos refinados y la síntesis son reflejo del tiempo de decantación del proyecto. Los climas van y vienen y así durante todo el viaje.
Si dreaming romantics invita al movimiento -una identidad que es casi su marca registrada: un sonido industrial retrofuturista con un groove tribal (también marca de su herencia sudamericana)- se contraponen perfectamente al más introspectivo (y, por momentos, inquietante) Strange Places. 
Con sutilezas que lo muestran como alumno dilecto de la escuela preciosista de Nick Rhodes (de Duran Duran) en el tema que da título a la obra -Smoking Signals-, confirma el carácter iconoclasta de Lauterstein, esa búsqueda constante de superación espiritual y estética.
L.I.B.R.E. /Factory Days, por otro lado, es una revisita al mejor momento del house neoyorkino de principio de los 90s. No desde la falsa nostalgia  sino desde la revaloración integral de ese período musical. 
Dancing with the Moon es la apelación más alta al costado onírico pero también al más lúdico de este multiartista. Allí los sonidos se concatenan hasta adquirir la figura de un todo mágico y diferente. 
El final es, tal vez, el momento más intimista y a la vez más potente del álbum. Allí se puede oír la veta más sensible músico que,  llegando al final de esta jornada, hace votos por una vida en un plano superior del ser.

Este viaje se puede concretar más que satisfactoriamente en el tiempo antedicho. Los planos sonoros, la perfecta mezcla y el amalgamar esta obra es producto de la aceitada sociedad artística lograda entre Lauterstein y el productor e ingeniero Konrad Carelli, quien ha aportado mucho más que el lustre a los temas. 
Como de cualquier viaje que se precie de tan, uno vuelve con más de lo que se llevó. De éste -además placer de la escucha- es ser partícipe del nacimiento de una nueva etapa del artista. Como sourvenir, nos queda la promesa de los remixes por venir, que harán que la espera por el siguiente viaje no sea tan larga. Tal como en la vida.

Rod Mas Farquharson